Historia

Historia de la Cofradía California de Cartagena


La Pontificia, Real e Ilustre Cofradía de Nuestro Padre Jesús en el Doloroso Paso del Prendimiento y Esperanza para la Salvación de las Almas, Cofradía California, de la ciudad de Cartagena, se constituyó oficialmente el 13 de junio de 1747, siendo erigida canónicamente en la iglesia de Santa María de Gracia; lugar donde la hermanad sigue poseyendo una capilla en propiedad dedicada al culto de su titular:  el Santísimo Cristo del Prendimiento, cuya imagen fue entronizada solemnemente en su camarín el Domingo de Carnestolendas de 1760. Durante algunos años, la cofradía contó además con otra capilla donde se veneraba la imagen de la Virgen del Primer Dolor, comunicada a través de un gran arco con la del Prendimiento, que hubo de enajenarse en 1789 por motivos económicos.

Apenas fundada la cofradía, con motivo del Año Jubilar, SS. Benedicto XIV le otorgó una serie de indulgencias mediante Bula Papal firmada en la basílica de Santa María la Mayor de Roma en febrero de 1750; entre ellas la obtención de la indulgencia plenaria a todos aquellos hermanos que el Miércoles Santo, ante la imagen del Cristo del Prendimiento, orasen por las intenciones del Papa.

Cuatro años más tarde, en 1754, aconsejada por el obispo don Diego de Rojas y Contreras, la cofradía se incorporó a la de la Esperanza de Madrid; Hermandad implantada veinte años antes en la Corte por voluntad del rey Felipe V, cuyas constituciones recogían, como propias, las de la Cofradía de la Esperanza de Sevilla, cuyo fin primordial era “despertar las almas del sueño de los vicios”. Al integrarse con los hermanos del pecado mortal, como eran conocidos popularmente los cofrades de la Esperanza, los hermanos del Prendimiento de Cartagena hubieron de asumir sus títulos; “Esperanza en la salvación de la almas”, sus armas; “dos áncoras cruzadas”, sus fines; “convertir a las personas que se encontraban en pecado mortal”, y el patronazgo de la Casa Real; circunstancias que hicieron que en menos de una década de existencia la hermandad pasase a ostentar los títulos de Pontificia y Real Cofradía.

Los hermanos de la cofradía son conocidos coloquialmente en Cartagena como los “californios”; apelativo que, según tradición oral, se debe a que poco después de su fundación, ingresaron en la cofradía unos marinos procedentes del Virreinato de Nueva España que habían colaborado en las expediciones que, en 1768 el Virrey Don Carlos Francisco de Croix, marqués de Croix, había enviado a tierras de California. Pero probablemente el sobrenombre tenga un origen mucho más tardío, ya que no aparece escrito hasta la segunda mitad del siglo XIX, y haga referencia a la fastuosidad de las procesiones californias en ese época, comparándolas con las riquezas de la minas de California que acababan de ser descubiertas.

La cofradía desde sus orígenes tenía entre sus fines la organización de la procesión del Prendimiento, que partía de Santa María de Gracia al atardecer de cada Miércoles Santo. El cortejo contaba con ocho pasos, todos ellos, menos el de San Pedro Apóstol, obra del célebre escultor murciano Francisco Salzillo. Su configuración en un espacio de tiempo muy breve, veinticinco años, entre 1748 y 1773, y el hecho de que no sufriese ninguna alteración hasta después de un siglo, al incorporar el paso de la Santa Cena en 1883, lleva a pensar que la elección de los pasos que formaban la procesión en origen debió de obedecer a un programa iconográfico muy concreto con el fin de mover a los fieles a meditar sobre el significado profundo del Prendimiento de Cristo.

El cortejo californio del XVIII lo abría un trono cargado de simbolismo: “la conversión de la mujer samaritana”; una alusión clara al Bautismo y al renacer a una nueva vida, además de hacer referencia a la caridad y a las obras de misericordia: dar de beber al sediento.

Le seguían tres escenas que narraban lo acontecido en el huerto de Getsemaní la noche en que prendieron a Jesús: La oración en el huerto, el ósculo y el prendimiento. Pasos que, probablemente, invitaban al espectador a reflexionar sobre los momentos iniciales de la pasión de Señor.

La procesión continuaba con otros tres tronos donde de forma individualizada se procesionaban las imágenes de Santiago, San Pedro y San Juan, testigos directos de esos momentos.

Cerraba el desfile procesional el trono de la Virgen del Primer Dolor, advocación que, en este contexto, posiblemente también aludía al comienzo de la pasión del Redentor, pero que habría que entender como el mayor de los dolores de María: la pasión y muerte de su único Hijo, y su papel como Corredentora del género humano.

Tras una etapa difícil, entre finales del siglo XVIII y la primera parte del XIX, consecuencia de los cambios sociales acaecidos en la sociedad española tras la caída del Antiguo Régimen, la cofradía vivirá un período de esplendor en la segunda mitad del siglo XIX coincidiendo con el auge de la burguesía cartagenera enriquecida por la minería, que pasará a controlar los puestos directivos de la hermandad implantando en los desfiles procesionales una nueva estética más acorde con sus gustos.

Será en estos años, cuando surja lo que en Cartagena se conoce como el “trono de estilo cartagenero”: un trono alto con dos cuerpos y ocho cartelas o candeleros en cada una de sus esquinas, adornadas con profusión de luces y flores.

No obstante, el típico trono cartagenero es algo mucho más complejo. El quid de estos tronos no será sólo su altura ni la disposición de los puntos de luz, sino la manera de resolver su decoración que consigue crear, superponiendo juegos de luces y capas de flor, una especie de envoltura externa, efímera y etérea, que desaparece, como si fuese un ensalmo, cada noche de Semana Santa para reaparecer totalmente renovada al año siguiente.

Luces y flores son, por tanto, la base de estos tronos singulares, pero también son dos elementos representativos de la sociedad y la época en la que surgieron. La luz, la electricidad, símbolo del ‘progreso’ que tanto fascinaba a los hombres de finales del XIX, y las flores, un motivo recurrente en las decoraciones del modernismo organicista, del que tan buenos ejemplos se han conservado en las fachadas cartageneras. Tronos que aparecerán por primera vez la noche del Miércoles Santo de 1879, portando las imágenes de San Juan Evangelista y de la Virgen del Primer Dolor. También el trono de la Virgen California será el primero en ser iluminado con luz eléctrica la Semana Santa de 1892.

Pero la auténtica transformación de las cofradías pasionarias de Cartagena, y por tanto de la Cofradía California, se producirá durante el primer tercio del siglo XX: momento en el que las procesiones se convierten en un reclamo para el turismo.

En esos años los californios renovarán parte de sus tronos de la mano del escultor granadino Luis de Vicente Mercado y se harán con un interesante conjunto de bordados, en su mayor parte salidos del taller del Asilo de San Miguel de la propia ciudad.

Sin embargo, la verdadera renovación se deberá al nuevo modelo de gestionar la hermandad, apareciendo entonces las agrupaciones cofrades: grupos de hermanos destinados a proveer todo lo necesario para la salida procesional de un paso y su correspondiente tercio de capirotes.

Esta manera de organizar la hermandad hizo que los hermanos se identificasen con un paso o advocación concreta, implicándose decididamente en su gestión; lo que facilitó los objetivos del momento: conseguir sufragar la salida de los tronos y los tercios y mejorar el patrimonio cofrade.

Pero la creación de las agrupaciones también favoreció la implantación del orden en la Semana Santa cartagenera; es decir, la manera de caminar las filas de penitentes al unísono al ritmo que les marca el tambor. Orden, que junto al exorno floral de los tronos, y el uso de la luz eléctrica, será una de las señas de identidad de las procesiones cartageneras desde la segunda mitad del pasado siglo.

Además de todos estos cambios, a partir de 1928 la cofradía instituyó también la noche del Jueves Santo la procesión del Silencio; hito que facilitó la transformación del traslado de la imagen del San Pedro, desde el Arsenal Militar a Santa María de Gracia, la noche del Martes Santo, en una auténtica procesión a la que con los años se incorporarían los traslados de San Juan y Santiago, desde el Parque del Artillería y el Gobierno Militar, respectivamente, así como la creación de la procesión de la Entrada de Jesús en Jerusalén, la tarde del Domingo de Ramos, en los años cincuenta del siglo XX, y a partir de 1987 la organización también de la procesión del Santísimo Cristo de la Misericordia y María Santísima del Rosario.

De este modo en la actualidad la Cofradía California saca a la calle cinco procesiones.

Este aumento del número de procesiones que organiza la cofradía supuso también, como es lógico, un incremento de los pasos procesionales de la Hermandad. Sirva como ejemplo que la procesión del Prendimiento que hasta finales del XIX contaba con ocho pasos, y en la actualidad procesiona trece,  tras perder el carácter simbólico que tenía probablemente en sus orígenes y transformarse en un mero relato de todo lo acaecido en los instantes previos y posteriores al Prendimiento de Cristo.

Adentrados en el siglo XXI, la cofradía del Prendimiento de Cartagena sigue fiel a sus fines primitivos: hacer manifestación pública de fe y promover las obras de caridad, colaborando activamente con Caritas diocesana en varios proyectos. No obstante, es consciente también de que custodia un importante legado histórico y artístico que está obligada a salvaguardar y difundir.

Prueba de ello es la organización de actos culturales y exposiciones, el II Encuentro Nacional de Jóvenes de Hermandades y Cofradías en 2014, la exposición “Guiones de Pasión. El arte del bordado”, celebrada en el palacio de Molina en el mes de octubre del mismo año, las Cruces de Mayo, o la participación en la “Noche de los Museos”, organizada por el Excelentísimo Ayuntamiento de la ciudad, abriendo las puertas de su sede social y las capillas que actualmente están a su cargo en el templo de Santa María de Gracia, gracias al trabajo desinteresado del área de juventud de la cofradía.